¿Caminamos hacia la hiperinflación?
Luego de los anuncios de los programas de expansión
monetaria tanto del Banco Central Europeo (ECB) y de la Reserva Federal de los
Estados Unidos (FED); finalmente del Banco Central de Japón (BOJ) se ha unido también
al derroche monetario al anunciar que ha incrementado su programa de compra de
activos por nada menos que ¥10 billones de yenes (aprox. USD 127 mil millones)
hasta los ¥ 80 billones.
Pareciera
que no existen límites para la embriaguez del sistema financiero que necesita
de las elevadas dosis de dinero de los bancos centrales, ante la persistente
crisis económica que ya lleva 5 años.
Actualmente,
los gobiernos tanto Japón, Estados Unidos y los principales miembros de la
Unión Europea afrontan cargas de deuda nunca antes vistas, las que significan
un ratio mayor de 50% en relación a su PBI, como podemos apreciar a
continuación, gracias a TradingEconomics:
Es
decir, ni con todo el flujo de producción de bienes y servicios del país en un
año, ni Japón ni los Estados Unidos podrían pagar su deuda y en cercana
situación se encontrarían las 2 principales economías de la Unión Europea:
Alemania y Francia.
Aun
así, los bancos centrales insisten en aplicar una fórmula ya bien desgastada
por la inefectividad de sus resultados: la impresión de dinero. Esto con el fin
de abrir los caños de los créditos, cerrados a raíz de la crisis de financiera
del 2008. Con impresión de dinero no necesariamente nos referimos a que los
bancos centrales impriman monedas y billetes en físico. El aumento del crédito,
como es abrir una cuenta virtual con millones de unidades monetarias es el
mecanismo usado para expandir la base monetaria (dinero del aire, así es). Pero
esto es un tema que podemos tocarlo luego, pues en nuestro sistema, toda
creación de dinero es deuda.
Más
aún, los bancos centrales con políticas de intereses a cero por ciento o
cercano a esta, permiten que los bancos comerciales (receptores de los
préstamos) depositen este dinero (virtual) en las mismas arcas de los bancos
centrales (que obviamente, tienen un interés compensatorio) ganando un
diferencial nada despreciable en una economía en recesión. Es quizás el motivo
por el cual el dinero no se ha distribuido en la economía real (a través de
préstamos comerciales) y por tanto, no ha generado por ahora una espiral
inflacionaria.
Sin
embargo, existe un gran riesgo en la percepción del valor del dinero y en
especial de las denominadas monedas fuertes como el dólar, euro y el yen. Estas
podrían sufrir devaluaciones importantes por las políticas monetarias
expansivas.
Ahora,
las devaluaciones de una moneda se miden en función de otras, así por ejemplo
el EUR/USD mide el valor de una unidad monetaria en euros en valor de dólares
americanos. Este valor relativo es el que ha estado moviéndose a favor del
dólar en los últimos años (es decir, el valor del euro ha ido depreciándose),
haciendo que la percepción del USD sea de una moneda fuerte.
En
realidad hoy por hoy el USD mantiene dicho estatus de moneda fuerte, pues no solo es un medio de intercambio, sino
también de reserva de valor. Esta reserva de valor se basa en fundamentos
macroeconómicos favorables históricos. Aún los Estados Unidos son el motor de las
nuevas ideas, de industrias innovadoras y fuente de investigación y desarrollo.
Y qué decir de su industria financiera reflejada en Wall Street, que es el
corazón de las finanzas mundiales.
Pues
bien, la reputación del dólar a nuestro parecer, está siendo explotada y
abusada hasta poner en peligro su hegemonía.
Parecería
ingenuo pensar que el dólar pierda su calidad de moneda fuerte, sin embargo la
historia nos da serios ejemplos de monedas que literalmente se convirtieron en
menos que papel sanitario a causa de las imprudentes políticas monetarias.
En un artículo muy ilustrativo publicado por Steve
H. Hanke y Nicholas Krusque, los autores resumen los 56
episodios más importantes en las hiperinflaciones mundiales.
Lo
resaltable de este trabajo es la bien documentada cronología de los sucesos
hiperinflacionarios más importantes del mundo, indicando las fechas de inicio y
finalización, el mes en que se alcanzó el mayor porcentaje inflacionario en una
tabla muy didáctica por cierto.
Lo
más sorprendente de esta tabla son las tasas alcanzadas por estas economías que
bien pueden medirse con notación científica (en potencias), dada la gran
cantidad de guarismos en estas tasas. Así por ejemplo, es deslumbrante la
inflación de Hungría que fue de agosto de 1945 a julio de 1946, cuya tasa de
inflación mensual fue de nada más y nada menos que: 4.19 x 1016 % (41,900,000,000,000,000 %). Es difícil
poder imaginar tal magnitud, el mismo artículo hace referencia a través de una
analogía en la física para poder entender las partículas, cuando se menciona
que si una manzana fuera magnificada al tamaño de la tierra, entonces los átomos
serían como del tamaño de una manzana normal.
En
el caso de las tasas hiperinflacionarias, el ranking de las “top 5” luego de
Hungría, siguen Zimbawe (2007-2008) con una tasa de inflación mensual de
7.96 x 1010 %, Yugoslavia (1992-1994) con una tasa de 313, 000,000%,
República Srpska con 297, 000,000% (1992-1994) y Alemania (1922-1923) con 29,500%.
En
el caso de Latinoamérica, encabezan tal nefasto ranking Perú (1990) con 397%,
Nicaragua con 261% (1986-1991) y Argentina con 197% (1989-1990).
Pues
todos estos sucesos hiperinflacionarios tuvieron un elemento común que fue la
creación de dinero de la nada, sin respaldo, para afrontar los problemas de
deuda de estos países. Cada caso si bien tuvo distintos matices políticos,
acabaron por arruinar las economías domésticas.
Situaciones
similares se están propiciando en la actualidad. Como se mencionó al inicio,
las irresponsables políticas que pregonan que aumentar la base monetaria es la
solución para abordar los problemas de deuda (que se paga a sí misma) y de
contracción económica (al inundar al sistema con créditos baratos), nos va a
llevar a la larga, a una situación similar a estos escenarios
hiperinflacionarios.
Es
solo cuestión de tiempo. Un sistema económico no puede sobrevivir en una
espiral de incrementos de dinero de manera exponencial. Y es que hemos sido
educados en que el dinero -a diferencia de la economía real- DEBE crecer según
un interés compuesto. El problema es que la economía real no puede seguir este
paso, aumentando una brecha de deuda infinita. He allí el meollo del asunto en
síntesis.
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